Corría el año 1985 cuando un grupo de hombres, todos nacidos en 1913 en Socuéllamos, decidieron reunirse para rendir homenaje a sus raíces y vivencias compartidas. Muchos de ellos fueron testigos y protagonistas de los horrores de la Guerra Civil Española, cargando consigo historias de lucha, sacrificio y supervivencia. Aunque el tiempo no perdona y hoy ya ninguno de ellos está entre nosotros, su encuentro permanece como un testimonio vivo de la fraternidad y la memoria colectiva.

La convocatoria, cuidadosamente organizada por una comisión entre los supervivientes de la llamada Quinta de 1934, incluyó dos momentos clave: una misa en memoria de los compañeros fallecidos y una comida de hermandad que tuvo lugar en la conocida Cafetería Vázquez. Fue el 7 de septiembre de 1985 cuando estos hombres dejaron a un lado el paso del tiempo y volvieron a verse las caras, algunos después de décadas, para compartir recuerdos y fortalecer los lazos de una generación que marcó la historia.

En su carta, la comisión organizadora reflejaba el sentido de esta reunión: «Somos un reducido número de supervivientes de la Quinta de 1934, y queremos llevar a cabo un acto de hermandad en memoria de aquellos compañeros que perdieron su vida hasta el momento presente.» Estas palabras resumen el espíritu de la jornada: recordar a quienes ya no estaban y celebrar la vida de quienes aún podían compartir una mesa.

Una generación marcada por la historia

Estos hombres, nacidos en el mismo año y en la misma tierra, vivieron una época convulsa. Desde las penurias de la Guerra Civil hasta la reconstrucción de un país, enfrentaron retos que definieron su carácter. Su reunión no solo fue una celebración, sino un acto de resistencia frente al olvido.

Hoy, esas imágenes y documentos adquieren un valor incalculable. La fotografía del grupo, con rostros que reflejan el paso del tiempo pero también la fuerza de su generación, nos invita a reflexionar sobre la importancia de preservar la memoria histórica y transmitirla a las futuras generaciones.

Este encuentro, más que un evento, fue un legado. Nos recuerda que, aunque el tiempo pase, la historia, la hermandad y el amor por nuestras raíces son eternos. A través de ellos, Socuéllamos mantiene viva la esencia de una generación única, cuyo ejemplo nos inspira aún hoy.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *