Las fotografías de 1974 que hoy compartimos son un testimonio conmovedor de una época de trabajo arduo, pero también de camaradería y valores compartidos. Capturadas el 20 de julio, estas imágenes reflejan el día a día de las cuadrillas de trabajadores del campo en Socuéllamos. La primera nos muestra a la Cuadrilla de Julián Tocinero en un descanso en medio de los campos. La segunda, tomada en las Mesas, retrata a un grupo cortando ajos, una labor que demandaba largas horas bajo el sol abrasador.
El trabajo en el campo: sacrificio desde la infancia
Hace 50 años, la vida en Socuéllamos giraba en gran parte en torno al trabajo en el campo. Desde muy jóvenes, hombres y mujeres se incorporaban al trabajo agrícola para apoyar económicamente a sus familias. Jornadas interminables, con temperaturas extremas y condiciones duras, eran la norma para estas cuadrillas. Los ajos, la vid, el trigo y otros cultivos no solo representaban una fuente de sustento, sino también la esencia de un Socuéllamos que trabajaba junta para salir adelante.
A pesar de la dureza, el espíritu de unidad entre los trabajadores siempre estuvo presente. Las cuadrillas eran más que grupos de trabajo: se convirtieron en verdaderas familias, compartiendo momentos de alegría y solidaridad que, incluso medio siglo después, perduran en la memoria y el corazón de los que vivieron esas experiencias.
Amistades que superan el tiempo
Lo que más destacan aquellos que formaron parte de estas cuadrillas no es solo el trabajo, sino los lazos de amistad que se forjaron en esos campos. «Nos ayudábamos mutuamente, compartíamos lo poco que teníamos y nunca faltaban las risas a pesar del cansancio», recuerda un integrante de la cuadrilla. Estas conexiones trascendieron el tiempo y, hoy, muchas de estas personas todavía se reúnen para recordar los viejos tiempos.
El recuerdo de una generación resiliente
Las fotografías son un homenaje a una generación que se enfrentó a la dureza del trabajo con dignidad y esfuerzo. Representan un capítulo de la historia socuellamina que merece ser recordado y valorado, no solo por la importancia económica del campo en aquella época, sino también por los valores de unión, esfuerzo y sacrificio que definieron a sus gentes.
El legado de esta generación no solo vive en la memoria de sus protagonistas, sino también en las enseñanzas que dejaron para las futuras generaciones: valorar el trabajo, mantener la solidaridad y recordar siempre las raíces que nos definen como sociedad.