El 17 de enero de 1947 unieron sus vidas en matrimonio Valentín Fresneda Medina y Antonia Atienza Rodríguez, comenzando una historia familiar marcada por la superación personal, el trabajo y un profundo amor por la vida y la familia. Su recuerdo permanece vivo entre su familia y quienes los conocieron.
La dura infancia y juventud de Valentín
Valentín nació el 24 de mayo de 1918 en Socuéllamos, hijo de Félix y Hortensia. Su infancia estuvo marcada por la adversidad desde muy temprano: perdió a su madre con tan solo cuatro años, y en 1931 la familia sufrió otro golpe devastador con la muerte de su hermano pequeño, víctima del ataque de un perro con rabia. A la tragedia se sumó la discriminación social que vivieron entonces, ya que la rabia implicaba el aislamiento y el estigma: “todo lo que había en la casa se quemó y la familia quedó señalada y mal vista por algunos vecinos”.
Su juventud tampoco fue fácil. En 1936, con apenas 18 años y sin saber leer ni escribir, fue reclutado para la Guerra Civil dentro de la conocida “Quinta del Biberón”, integrada por jóvenes muy jóvenes enviados al frente. Tras la guerra, todavía le esperaban años de sacrificio: tuvo que cumplir el servicio militar en África, destinado en lugares tan duros como las Islas Chafarinas, Melilla y Alhucemas, donde pasó cuatro años de penurias. Cuando regresó, en 1944, apenas tenía ánimo para pensar en casarse y rehacer su vida.
Sin embargo, el destino cambió cuando conoció a Antonia, la mujer que acabaría convirtiéndose en su compañera para siempre. Quienes le conocieron recuerdan a Valentín, apodado cariñosamente “Patato” (aunque ese no era su apodo real), como un hombre trabajador, bondadoso y de gran corazón, capaz de sobreponerse a todas las dificultades. Falleció el 11 de mayo de 1990, dejando un profundo recuerdo de integridad y generosidad.
Antonia, fuerza, sensibilidad y resiliencia
La vida de Antonia Atienza Rodríguez, nacida en Munera el 1 de abril de 1915, fue distinta pero también tuvo momentos de sacrificio. Hija de Manuel y Gabriela, llegó a Socuéllamos en la década de los años 30 junto a sus padres y cinco hermanos, buscando un futuro mejor. La familia logró salir adelante gracias al trabajo en el negocio de la cal y vivió primero en la calle Pablo Iglesias antes de trasladarse a la calle de la Arena.
Antonia vivió también el dolor de la Guerra Civil, ya que perdió a un novio en el conflicto, una pérdida que marcó su juventud y que supo afrontar con entereza. Mujer de gran belleza, carácter fuerte y corazón bondadoso, trabajó desde joven para ayudar a su familia, sirviendo en distintas casas, entre ellas la de Antonio Plaza en la Casa Salinas. Fue precisamente allí donde conoció a Valentín, que ya trabajaba como capataz del caserío. Ese encuentro marcó el inicio de una vida juntos. Entre los vecinos, Antonia era conocida con apodos tan singulares como “Siete Historias” y “Calera”, y quienes la trataron destacan su sensibilidad y espíritu trabajador. Falleció el 1 de julio de 2009, querida y respetada por todos.
Una familia construida desde el esfuerzo y el amor
De este matrimonio nacieron dos hijos: Aurelio y Manuel, quienes guardan el recuerdo de unos padres humildes, trabajadores y profundamente unidos, que supieron superar adversidades y construir un hogar lleno de cariño.
La historia de Valentín y Antonia es también la historia de una generación que vivió tiempos difíciles, pero fue capaz de levantarse y salir adelante. Representan el espíritu de lucha y la dignidad de muchas familias de Socuéllamos que, con sacrificio y esperanza, construyeron un futuro mejor para sus hijos y su pueblo.










