El Carnaval de Socuéllamos ha experimentado en los últimos años una notable transformación, y gran parte de esa evolución se debe a la visión y el trabajo de Pedro Miguel Alcolea, empresario local que fue el primero en proponer y llevar a cabo la instalación de una carpa festiva como espacio central de celebración. Una idea que nació desde la iniciativa privada, pero que muchos llegaron a confundir con una acción institucional.

Mucha gente pensó que éramos un proyecto del Ayuntamiento, cuando en realidad era totalmente privado. Eso generó cierta confusión, especialmente en momentos puntuales como cuando se cobraban entradas simbólicas, por ejemplo los 4 euros con consumición en el concierto de King África”, explica Pedro Miguel Alcolea. Aun así, subraya con gratitud: “Afortunadamente, fue mucha la gente que mostró su apoyo, y eso siempre lo llevaré conmigo”.

El origen de la carpa se remonta a 2010, cuando Alcolea se hizo cargo del local Pub Mulligan. Detectó una carencia de espacios que realmente dinamizaran el Carnaval socuellamino, y junto a su socio Pedro, decidió apostar por una carpa que ofreciera espectáculos, conciertos y un ambiente controlado para todas las edades. Inspirados por modelos de éxito en otras localidades, adaptaron el proyecto con rigurosas medidas de seguridad —especialmente a raíz de tragedias como la de la discoteca Arena en Madrid—, coordinando recursos y cumpliendo todos los requisitos exigidos para garantizar la seguridad del público.

El éxito fue inmediato: la carpa no solo mejoró la experiencia del Carnaval, sino que impulsó la economía local, beneficiando a bares, restaurantes y comercios. “Queríamos algo que hiciera crecer el pueblo. Y funcionó. Pero lo más importante es que lo hicimos desde el compromiso y la ilusión”, recuerda Alcolea.

Sin embargo, el proyecto dio un giro inesperado cuando el Ayuntamiento decidió sacar la gestión a concurso, pese a haber sido una idea original y arriesgada nacida de la iniciativa de Pedro Miguel en un momento en que “nadie apostaba por hacer nada de interés”. Esa decisión —junto con la falta de apoyo popular al segundo año de la ‘Zona Joven’ y la cesión posterior a un empresario de Miguel Esteban— fue el detonante que lo llevó a dar un paso atrás y retirarse del proyecto, dejando en el cajón “grandes ideas que podían haber hecho crecer año tras año este evento”.

Pedro Miguel reconoce que esperaba un mínimo contrato de cinco años para poder consolidar propuestas como la Zona Joven o la propia carpa. “Vinimos con proyectos para quedarnos, no de paso. Pero esa falta de continuidad lo hizo inviable”, lamenta.

Aun así, su legado es innegable. Gracias a su apuesta, el Carnaval de Socuéllamos encontró un nuevo impulso, sirviendo de ejemplo para otros proyectos y demostrando el valor de la innovación y el emprendimiento local.

No me arrepiento de nada. Lo hicimos con el corazón y con la esperanza de ofrecer algo nuevo a nuestro pueblo, concluye.