Las historias familiares son parte de la identidad de un pueblo. En ellas encontramos los recuerdos de aquellos que nos precedieron, las alegrías compartidas y también las heridas abiertas que el tiempo no ha podido cerrar. Hoy rescatamos del olvido la historia de dos hermanos, Dolores y Alfonso González Montoya, gracias al testimonio de Belu González Alcolea, quien ha querido rendirles homenaje y compartir su memoria con todos nosotros a través del perfil de Fotos Antiguas de Socuéllamos.

Dolores González Montoya, fortaleza y entrega

Dolores González Montoya fue una mujer que dejó una huella imborrable en quienes la conocieron. A pesar de su cojera, nunca dejó que una limitación física interfiriera en su capacidad de trabajo y su vocación de servicio. Ejerció como ama de llaves de Andrés Izquierdo, conocido como «El Curica», y demostró ser una trabajadora incansable, una de esas mujeres que sostienen el mundo desde el esfuerzo silencioso y la dedicación diaria.

Pero Dolores no solo destacó por su capacidad de trabajo, sino también por su destreza en el ganchillo. A través de sus manos tejió más que simples piezas de hilo: creó arte, belleza y abrigo, dejando un legado de creatividad y amor en cada puntada.

Alfonso González Montoya, el hermano que nunca volvió

Si la vida de Dolores fue de trabajo y constancia, la de su hermano Alfonso quedó marcada por la tragedia. Conocido como «El Azulillo» por el tono de su piel, Alfonso fue una de tantas víctimas de la Guerra Civil española. Reclutado en la «Quinta del Biberón», fue enviado al frente siendo apenas un muchacho, como tantos otros jóvenes que no tuvieron opción y a quienes la guerra les robó la juventud, la esperanza y, en muchos casos, la vida.

De Alfonso solo quedó una carta. En ella escribió a su familia unas palabras que resumían la angustia de la época: «Las cosas están muy mal». Esa fue la última noticia que tuvieron de él. Nunca volvió, nunca pudieron despedirse, y su destino quedó perdido en la inmensidad de una guerra que, más allá de bandos, destrozó familias y sembró silencios que aún hoy resuenan.

Un homenaje a los que se fueron sin despedida

La historia de Alfonso González Montoya es la historia de muchos. De aquellos que fueron llamados al frente sin entender por qué, de los que escribieron sus últimas palabras con la esperanza de regresar, de los que desaparecieron dejando un vacío irreparable en sus hogares. Es un homenaje a todos los que, como él, se fueron sin despedida.

En Socuéllamos y en tantos otros pueblos de España, hay nombres olvidados, vidas interrumpidas y cartas que quedaron como último testimonio de una existencia arrancada por la guerra. Historias que, como la de Alfonso, deben ser contadas para que su memoria no se pierda en el olvido.

Gracias a Belu González Alcolea por compartir esta parte de su historia familiar y ayudarnos a recordar que, detrás de cada nombre, hay una vida, un sueño y una familia que aún los recuerda.

Que este sea un pequeño tributo a Dolores, Alfonso y a todos aquellos que hicieron de su vida un ejemplo de trabajo, sacrificio y resistencia.

Porque recordar es también un acto de justicia.