En los años sesenta, un suceso insólito proyectó el nombre de Socuéllamos más allá de sus fronteras: las famosas cuatrillizas, nacidas el 3 de agosto de 1954, que tomaron su Primera Comunión en 1964 con gran repercusión mediática en pleno franquismo. Ese episodio ha inspirado hoy una obra teatral que recupera esa historia y la convierte en espejo del pasado reciente: El día más feliz de nuestra vida de Laila Ripoll, versión a cargo de la compañía Valquiria Teatro.
La obra se sitúa en dos momentos cruciales: la noche anterior a la Primera Comunión de las cuatrillizas en agosto de 1964, y veinte años más tarde, en la víspera de la boda de dos de ellas. A través de los diálogos nocturnos y de los silencios compartidos en un dormitorio común, la dramaturga explora el peso de la religión, las normas morales y el influjo del franquismo sobre la conciencia de niñas que no llegan a la década de edad.
La pieza combina humor ácido, tensión dramática y crítica social, ofreciendo una mirada irónica pero intensa sobre cómo el pasado condiciona la identidad, especialmente en el caso de las mujeres.
Valquiria Teatro, dirigida por Carlos Martínez-Abarca, ha adaptado el texto para recuperar las cuatro hermanas originales, reforzando la voz de la cuarta hermana, cuya presencia añade matices de comicidad y dramatismo. En la producción destacan Alba Frechilla y María Negro como miembros fundadoramente vinculadas al taller Valquiria, que ha consolidado su sello teatral en Castilla y León y más allá.
Según el dossier de la compañía, el montaje parte de una versión ya reescrita del texto original de Ripoll, quien reconstruye la historia inspirada en las cuatrillizas del franquismo.
Las cuatrillizas de Socuéllamos fueron objeto de interés mediático desde muy jóvenes. Aquel 4 de agosto de 1964, su Primera Comunión fue reflejada incluso en el NO-DO, el noticiario oficial del régimen, bajo el titular “Las cuatrillizas de Socuéllamos celebran su primera comunión en su pueblo natal”.
Más tarde, cuando contaban 17 años, aparecieron nuevamente en reportajes y documentales que evocaban su historia como símbolo de la España rural del franquismo.
Un artículo académico reciente las considera “cuatrillizas reales transformadas en espejo simbólico” de los conflictos morales y sociales que vivió una generación marcada por la doctrina católica dominante, el control social y los límites impuestos al rol femenino.
La teatralización de este episodio local permite mirar la ciudad con ojos nuevos: las cuatrillizas dejan de ser un dato anecdótico para convertirse en símbolo de resistencia.











Un caso insólito