La DANA de octubre de 2024 dejó su huella devastadora en varias regiones de España, y la Comunidad Valenciana es la más afectada. La magnitud de las inundaciones y los daños fue tal que el llamado a la solidaridad no tardó en resonar por todo el país. Entre aquellos que respondieron estaba Iván Guardiola Cuevas, un socuellamino que decidió actuar, movido por su experiencia reciente con las lluvias torrenciales en Socuéllamos, apenas un año atrás.

Iván no lo dudó. El sábado 2 de noviembre se puso en marcha, decidido a unirse a la labor de ayuda a las poblaciones afectadas. Lo primero fue contactar a un amigo que ya estaba colaborando en la zona, para entender mejor la situación y organizarse. Desde el primer momento, quedó claro que la necesidad principal era material de limpieza y protección: cepillos, botas de agua, guantes, mascarillas. Con el apoyo de sus compañeros y compañeras de trabajo, Iván logró reunir los suministros necesarios.

El martes, Protección Civil de Socuéllamos confirmó su desplazamiento hasta Albal, un municipio valenciano duramente golpeado por las inundaciones. Iván se unió al convoy y el miércoles por la mañana partieron juntos. El viaje en caravana fue una experiencia impactante. A medida que se adentraban en la provincia, la verdadera magnitud del desastre se hacía evidente. El paisaje de Utiel y Requena parecía sacado de una escena de guerra: calles cubiertas de barro, coches destrozados y una sensación apocalíptica.

El destino inicial fue el colegio San Carlos Borromeo de Albal, donde descargaron el material recopilado. Sin perder tiempo, Iván y su equipo se dirigieron a las zonas más afectadas, acompañados por Julián, un amigo y también socuellamino que llevaba días colaborando en la zona. La realidad era desgarradora: el barro y los escombros lo cubrían todo, y el agua había alcanzado niveles insospechados, inundando hasta los balcones de los primeros pisos.

Con botas de agua, monos, mascarillas y guantes, Iván se unió a la brigada improvisada de voluntarios, y casa por casa, calle por calle, ofrecieron su ayuda. La escena era desoladora: montones de muebles para tirar, coches volcados y una gran cantidad de gente trabajando sin descanso. El apoyo llegó de todas partes de España, demostrando una vez más la solidaridad ante el desastre.

Al caer la noche, el equipo regresó a Valencia, pasando por la llamada “Zona 0” en Paiporta, uno de los lugares más afectados. Si en Albal la situación era crítica, en Paiporta era aún peor. Las calles seguían cubiertas de barro, los coches destrozados y la maquinaria pesada intentaba despejar lo que parecía una escombrera gigante.

El jueves, Iván y el equipo volvieron a Catarrroja y Albal, esta vez llevando suministros desde el punto de recogida en La Rambleta, un centro de acopio en Valencia. A pesar de haber trabajado intensamente el día anterior, la situación no daba tregua. Aún así, notaron una mejora en algunas calles gracias a las labores de limpieza nocturna del ejército. El panorama era más accesible, un pequeño pero significativo avance en medio de la catástrofe.

Al finalizar la jornada, Iván regresó a Socuéllamos con una mezcla de sentimientos: la satisfacción de haber ayudado y la certeza de que el trabajo apenas comenzaba. “Queda muchísimo por hacer”, reflexionó. Meses de reconstrucción y de toda la ayuda posible serán necesarios para devolver la normalidad a estas localidades. Iván sabe que este fue solo el primer turno, y está listo para volver si hace falta, porque cuando la naturaleza muestra su fuerza devastadora, la respuesta humana debe ser igual de fuerte, solidaria y persistente.