La historia de La Ferretería de los Tontos, situada en las Cuatro Esquinas de Socuéllamos, está llena de anécdotas y personajes inolvidables que aún viven en la memoria de muchos vecinos. Este peculiar negocio, regentado por Salustiano y Manolo, dos hombres conocidos por su carácter bromista y cercano, fue mucho más que una simple tienda de herramientas: era un punto de encuentro donde las risas y las ocurrencias estaban garantizadas.
La ferretería, donde también trabajaba Pepe, hijo de Jose María (conocido cariñosamente como «el chischis»), vendía desde herramientas hasta petróleo para hornillos. Pero lo que realmente caracterizaba al lugar era el buen humor de sus propietarios. A todos los clientes les atendían con una sonrisa y, muchas veces, con una broma bajo la manga. Pepe, que pasó gran parte de su vida laboral en la tienda, también dejó su huella en este ambiente tan peculiar.
Una de las anécdotas más recordadas ocurrió cuando dos señoras de Las Mesas llegaron buscando la tienda. Al preguntar por el local a un vecino, le dijeron: “Oiga señor, ¿me puede decir dónde está la tienda de los Tontos?”. A lo que el hombre, con mucha gracia, les contestó: “Salgan a la calle y a la vuelta de la esquina, la primera puerta”, justamente, esa puerta también era de la Ferretería. Este tipo de situaciones llenaba de vida y buen humor el día a día de la tienda.
Otra de las bromas más famosas sucedió cuando una señora pidió media docena de platos. Los dueños, con su típico humor, le preguntaron: “¿Cómo los quiere usted, esportillados o sin esportillar?”, refiriéndose a si los quería rotos o sin romper. Esta broma, entre otras, era parte de la esencia de la tienda y de ahí su nobre; la Ferretería de los Tontos, era admirada y querida por todos sus clientes.
La tienda, que se encontraba donde hoy está la tienda de Raquel, era vista por muchos como la «caverna de Alí Babá», ya que se podía encontrar casi cualquier cosa en sus estanterías. De hecho, la ferretería tenía un surtido de productos tan variado que muchos la recordaban por esa misma razón, junto a las múltiples bromas de sus propietarios.
Hoy en día, la Ferretería de los Tontos es un recuerdo querido de la historia de Socuéllamos, una tienda que no solo surtía a los vecinos de todo lo que necesitaban, sino que también les sacaba una sonrisa. Salustiano, Manolo y Pepe forman parte de esa memoria colectiva que sigue viva en las conversaciones, y las anécdotas sobre su tienda siguen siendo contadas con cariño y humor.
Este lugar especial nos recuerda que, en tiempos pasados, los comercios no eran solo lugares de intercambio económico y comercial, sino también puntos de reunión donde las relaciones humanas y el buen humor tenían un papel protagonista.











