Una fotografía rescatada del baúl de los recuerdos ha desatado una oleada de emociones y memorias entre los vecinos de Socuéllamos. La imagen, publicada en el grupo “Fotos antiguas de Socuéllamos” y cuyo propietario es Casiano Sánchez, muestra a un grupo de hombres en un viaje a la Feria de Zaragoza, posando en la emblemática Plaza del Pilar. En blanco y negro, y con la solemnidad de la época, el retrato transmite compañerismo, tradición y orgullo rural.
Quien encabezaba aquel grupo era José Antonio Gil Pardo, técnico de Extensión Agraria, tal como recuerda emocionada María Luisa Gil Pereira, su viuda:
“Iba al frente del grupo mi marido, José Antonio… por eso me he emocionado y no he podido seguir escribiendo.”
La fotografía ha dado lugar a una entrañable conversación entre vecinos que tratan de identificar a los protagonistas. Para Casiano Sánchez Alarcón, esta imagen es más que un recuerdo: es parte de su historia familiar. Varios vecinos reconocen en la imagen a su padre, a familiares o amigos de toda la vida.
Blas Delgado Mena apunta:
“El segundo arriba por la derecha es mi tío Manuel Mena. También está el padre de Casiano y en medio de los dos, el cabrerete.”
Crispula Sánchez menciona a Tamarilla, el padre de Casiano y a Ladislao, mientras que Purificación Moreno Arenas evoca con cariño:
“Yo he conocido a Elogio, muy buen hombre.”
María José Delgado no duda: “¡Coño, Eulogio Tamarilla!”, y África Alcolea confirma: “Sí, el de la derecha, agachado, es mi tío Eulogio, Tamarilla.”
M Carmen Serrano Muñoz se suma al hilo con orgullo: “El tercero por la fila de arriba es mi padre, Francisco.”
Ana María Sánchez Alarcón, aunque no recuerda todos los nombres, reconoce a casi todos, incluido a su padre Casiano.
La escena se sitúa en la Basílica del Pilar, como señalan varios comentarios, un punto clave para las excursiones de la época y una parada obligatoria en los viajes organizados por cooperativas y organismos agrícolas.
Como bien dice Fernando Alarcón Mosquera:
“Estas imágenes son un tesoro.”
Y así es. Un simple disparo de cámara, una instantánea de otra época, y toda una comunidad se vuelve a encontrar, evocando aquellos días en los que un viaje a Zaragoza no era solo un desplazamiento, sino toda una experiencia compartida. Un homenaje no solo a quienes aparecen en la foto, sino también a la memoria viva de un pueblo que no olvida.










